El Jufré como muchas de las historias que vemos todos los días surge de una pasión guardada desde hace mucho tiempo. Y como toda pasión cuanto más se la oculta y más se la niega va buscando un recoveco para salir a la luz.
Así se creó El Jufré. De muchos años de pasión por el teatro en todos sus formatos y variantes, de muchos años de postergar esto con otros proyectos
Y así fue. Un día de primavera (sí, no miento, fue en primavera) este sueño se convirtió en una posibilidad concreta y ahí estábamos ambas igual que hace 20 años sentadas en el mismo café de siempre tratando de darle forma a este enorme caudal de agua que nos llevaría a recorrer mares con tormentas, mañanas sin rumbo y también muchos días de desaciertos y miedos de los más profundos. Nadie mejor que una amiga del alma, casi casi una hermana de esas que te regala la vida para hacer de esta hermosa idea un sueño hecho realidad. Imposible no recordar toda la gente que se sumo para ayudarnos ya sea dándonos una palabra de aliento, llenarnos de consejos y también para advertirnos de muchas realidades que uno a esta altura no quería ni saber. A todos y a cada uno de ellos no nos dan las palabras para agradecerles por su pequeño o enorme aporte, por habernos dado su tiempo muchas veces sin siquiera conocernos. La buena energía dicen que es contagiosa y de eso podemos dar fe ya que ni bien compartíamos algo del proyecto lo primero que se podía ver en sus rostros era una mirada alentadora y una sonrisa franca desde lo más adentro del corazón. Seguramente algo de esta locura Ionesca le haga sentir al otro por un instante que si alguien está intentando jugarse por sus sueños él también lo puede hacer. Dicen que El Jufré saca lo mejor de uno y capaz que tienen razón.
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