“Las formas de la experiencia estética y los modos de la ficción crean así un paisaje inédito de lo visible, formas nuevas de individualidades y de conexiones, ritmos diferentes de aprehensión de lo dado, escalas nuevas”. Jacques Rancière, El espectador emancipado.
4D óptico, constituye “un paisaje inédito de lo visible”, aunque el orden de la visibilidad no esté ligado con el sentido de la vista.
¿Por dónde empezar? La propuesta de Javier Daulte abre tantas puertas, que entrar por una de ellas y seguir un recorrido obligará a olvidar, parcialmente, la existencia de todas las demás. Es necesario tener esto en cuenta: la puerta elegida es una. No tiene cartel, pero se puede anticipar el inicio del laberinto, el vínculo entre algo de lo que se tematiza y la función espectador.
Antes de entrar se puede decir brevemente algo del resto. La puesta es absolutamente entretenida, divertida, cuenta un relato (en realidad, al menos dos), tematiza desde la investigación científica hasta las relaciones humanas, sin dejar afuera las lógicas del mercado. Un universo en el que todo parece tener lugar, casi, casi, como si hubiera realidades paralelas.
El espacio construido en el comienzo (porque luego se habrá de modificar) es el de un laboratorio. Uno no demasiado sofisticado, pero laboratorio al fin. Un aparato sin nombre preside el centro. Las conversaciones, de manera bastante sistemática, van a estar ya iniciadas, porque este mundo existe antes de que la función espectador entre en contacto con él.
La propuesta trabaja oscilando entre lo que se ve y lo que no se ve, lo que se oye y lo que no se oye. La cuestión es ¿quién es el que percibe, tanto en términos visuales como auditivos? El punto de entrada será una pantalla. Con una mirada que atraviesa la platea y va más allá, los científicos de este laboratorio describirán un acontecimiento que ha sido grabado y que, por supuesto, no está… (¿no está?) en ninguna parte. Ahí entra en juego la vacilación. Un personaje vacila, el espectador vacila. ¿Puede alguien estar en dos lugares a la vez? El sentido común señala el error. Sin duda, hubo algún problema de percepción, una confusión. ¿Se ha ingresado en el universo del fantástico? En un principio pareciera que sí. Los siguientes pasos demostrarán que no, que ha sido otro error perceptivo pero, esta vez, inducido.
Un experimento ha fallado. Y sus consecuencias son absolutamente imprevisibles. Casi como en una novela policial, tenemos el doble relato (Tzvetan Todorov dixit) el relato del crimen y el relato de la investigación. Porque una buena zona del relato de 4D óptico se sostiene en la explicación de las consecuencias del experimento, ése que abre un agujero en la realidad de esos personajes.
Los personajes se desdoblan. Son ellos, los científicos y, a la vez, son otros. Pero eso se comprende después. Y aquí es donde aparece esto que propone una nueva escala para captar lo escénico, lo que verdaderamente se inscribe como un desafío para la función espectador.
Para que se entienda, se puede observar lo que pasa en la literatura: Ítalo Calvino, por ejemplo, en Si una noche de invierno un viajero, inicia un relato con ciertos personajes en determinado lugar y prontamente el universo representado es otro, y luego otro aun, manteniendo los mismos nombres. El lector tarda páginas más o páginas menos, pero entra en el juego. En 4D óptico el espectador ve un laboratorio, estableció su pacto de lectura con la puesta, entró en ese universo, y de pronto, mientras su percepción visual le indica “laboratorio”, porque no hubo modificaciones en la escena, la información que le llega por otros lados, léase “inscripta en otros signos”, entre ellos el vestuario, los gestos, las actitudes, los datos verbales, señala “Mansión Urkel”. ¿Cómo seguir viendo algo y ver a la vez otra cosa? Y en esta dificultad, en este desafío, está el propio paradigma de la puesta, su modo de funcionamiento. Porque lo que hay efectivamente son dos realidades ficcionales en simultáneo, trabajadas como un mecanismo de relojería suiza. Pero además hay que pensar que hay otra realidad: la de los actores.
En el programa de mano se propone eludir la ciencia ficción como única vía. Tal vez, las palabras un poco antiguas o desplazadas que cita Tzvetan Todorov serían lindas para dar un nombre, uno posible entre otros, a esta brillante propuesta: “maravilloso científico”, porque lo sobrenatural “está explicado de manera racional, pero a partir de leyes que la ciencia contemporánea no reconoce”. ¿Cometo un anacronismo? No. Dejo abierta la puerta para que se cuele una sospecha. El maravilloso científico en el siglo XIX explicaba el magnetismo poniéndolo en un lugar sobrenatural.