"[La improvisación] La encuentro una muy buena compañía para la técnica, en el sentido de que, en combinación, construyen una mente más compleja. La improvisación lleva a una mayor profundidad de investigación porque es muy fácil frenarse ante las respuestas recibidas por la técnica. Una vez que puedes hacer algo correctamente, una vez que tienes la técnica en tu cuerpo, quizás alguna parte del proceso de investigación termine. Pero con la improvisación las preguntas no terminan nunca."
Steve Paxton
(Texto extraídos de Begnoit, Agnes, Nouvelles de Danse, Bruselas, 1997)
La danza, por su condición expresiva a priori del código con el que se define la intensión a expresar e incluso el sentido, ha estado siempre unida a la improvisación. Sin embargo, es un recurso originario de todas las artes, pues está ligada a la creatividad y a la imaginación. Podríamos asociarla, también, a la intuición y a la necesidad. Cuando el material técnico aprendido (en cualquier actividad de la vida) no es suficiente en el orden preestablecido, pues -señores lectores- revisen su propio comportamiento. ¿Cómo es la respuesta? O en la comunicación, en el diálogo, ¿cuánto hay de reglado y cuánto de construido en tiempo real?
Sin embargo, desde el cuerpo social suele usarse esta palabra para descalificar lo que no es profesional, un saber y hacer consolidado, instituido. Entonces la improvisación se ubicaría en el margen de este saber- hacer, redimiendo lo tentativo, impreciso, incluso lo contradictorio, divergente, el flujo constituyente del proceso, priorizando los bosquejos antes que el producto finalizado. ¿Formalizar o improvisar? Dicotomía profundamente falsa si volvemos al inicio: la improvisación es estrategia ejecutante de la composición (de la obra). Incluso, cuando la improvisación es la obra.
Así lo han entendido desde siempre los bailarines y creadores de danzas. Así se han agrupado los artistas alrededor de la experimentación, de la búsqueda de nuevos caminos no recorridos, tras aquel extrañamiento necesario para no anquilosarse, aburrirse, repetirse hasta el hartazgo.
Uno de los exponentes principales ha sido Steve Paxton, el creador de lo que podría ser la primera técnica de improvisación (quizá una paradoja): el Contact Improvisation , improvisación por contacto, una práctica que explora los movimientos reflejos del cuerpo afectado por las fuerzas físicas (como es la gravedad) en caídas, roladas y choques. Es una técnica que privilegia, a diferencia de las otras técnicas de danza clásica y contemporánea, el sentido del tacto sobre el de la vista y, sobre todo, el sentido kinestésico (de escucha muscular). Pero lejos de ser sólo una forma de danza, se ha convertido en una forma de vida, uniendo a sus practicantes en una gran comunidad en el mundo, que ha realizado incluso eventos telemáticos (vía Internet, en tiempo real).
Sin embargo, no fue el primero en utilizar la improvisación como excusa para abrir las compuertas de las nuevas experiencias sensoriales y comunicativas. Paxton es hijo cultural de una serie de eventos que se remontan al futurismo, dadaísmo, surrealismo... Pero en su país, durante el otoño de 1933, el Black Mountain College en Carolina del Norte (EEUU) fue creado por estudiantes de la universidad local, junto a artistas provenientes de Europa (huyendo de la guerra) quienes emigraron de la ciudad al campo para fundar una nueva escuela donde aprender y experimentar de forma interdisciplinaria. Esta pequeña comunidad atrajo a artistas visuales, dramaturgos, bailarines y músicos. La consigna era: "El arte está interesado por el cómo y no el qué; no con el contenido literal, sino con la performance del contenido factual. La performance -cómo se hace arte- es su contenido" (Anni Albers, citado en Performance Art, Roselee Goldberg).
Con ese espíritu, Ann Halprin tomó la idea de esos y otros artistas anteriores, y pensó que "la danza debía ser un estilo de vida, que utiliza las actividades cotidianas" para su experiencia (citado en Performance Art, Roselee Goldberg). Puso eso en práctica junto a bailarines de la talla de Simone Forti, Trisha Brown, Yvonne Rainer y el propio Paxton, y con músicos como Terry Riley, Le Monte Young y Warner Jepson, además de pintores, escultores y también gente amateur del arte, con los que conformó en 1955 la Dancer's Workshop Company, en las afueras de San Francisco. Esta compañía fue la que utilizó la improvisación "para averiguar lo que nuestro cuerpo puede hacer, no aprendiendo el modelo o técnica de algún otro cuerpo", según sus palabras citadas en el mismo libro.
Acá, en Buenos Aires, son innumerables las ocasiones en las que se ha convocado al público, a veces especializado o colegas y otras neófito y curioso, a eventos en los que se mostraron trabajos improvisados en el sentido que venimos expresando. Recomendamos desde acá exponerse a la experiencia, ya que sin duda propone al espectador un manera diferente de participación, más activa que frente a una obra supuestamente cerrada. Durante este mes la invitación está a cargo de la Fundación Cultural Surdespierto y de Roxana Galand, quien dirige un proyecto de improvisación y afirma: "El proyecto nace de la necesidad de encontrar un contacto profundo entre las distintas artes, ya que en la danza a nivel escénico, participan inevitablemente el arte de lo sonoro, la imagen (en la puesta o el vestuario, no me refiero únicamente a imagen virtual) y a veces también lo literario; y ya que cada arte tiene sus reglas internas, el misterio es cómo se encuentran afortunadamente, un color, una textura, un sonido con ese despliegue de movimiento... o qué despliegue de movimiento, qué calidad, qué expresividad requiere la danza para que pueda dialogar y encontrarse con aquel texto o imagen o sonido, sin caer en los pasos aprendidos en clase, ni caer en un estilo único de moverse. La pregunta apunta a corrernos de lo arbitrario de las ideas o efectos y a encontrar qué es lo necesario para que las diferentes artes no sean dependientes unas de otras pero sí estén conectadas. Con estas preguntas partí -sigue Roxana- y convoqué un grupo estable con quienes investigar (Juan Onofri Barbato, Tomas B. González, Sofía Sagalés, Lucía Toker, en danza, Dolores de Torres en fotografía y Victoria Schcolnik en el trabajo sobre el texto) y luego convoqué, además, invitados para cada función, para expandir la propuesta, para ver cómo investigan distintos artistas la propuesta. Decidí sumar a bailarines más jóvenes, en el sentido de la camada siguiente a los maestros que siempre son los invitados en funciones de improvisación, como ha sido en el ciclo Sinestesia, por ejemplo, para que mantuviera el tono de inicio de un estudio. Sabía que no quería partir de un tema o una historia, sino de los componentes de la composición para que fuera más simple entender esas reglas internas de cada arte (cómo se expresa la saturación desde la imagen, desde lo sonoro y desde la danza es muy diferente). Empezamos los ensayos con un patrón, una célula de propuesta de cada arte para dialogar con las otras. De lo que fue sucediendo en ensayos es que surgieron los núcleos generadores de cada función (Traducción, Desaparición, Transfiguración, Anverso y reverso)".
Las funciones son los domingos de julio a las 19 hs, en la sala Norah Borges del Centro Cultural Borges. Más información
Para finalizar, queremos compartir dos definiciones a cargo de sendos profesionales de diferentes disciplinas artísticas, con respecto al tema que nos ocupó. Se trata de las aseveraciones de una especialista en jazz y de Eugenio Barba, el gran director teatral italiano:
"La improvisación es un acto creativo a veces menospreciado. Para el músico de jazz la improvisación no es un reflejo involuntario o instintivo. No se trata de tocar cualquier cosa en cualquier momento. En el jazz el improvisador persigue desarrollar la habilidad de organizar el sonido y el silencio instantáneamente. La improvisación se visualiza como una respuesta concisa y elocuente a una situación musical específica. Esto requiere conocimiento, experiencia, dominio del vocabulario, técnica de ejecución y una mente rápida y ágil.
Improvisar es un pensar y expresar en el cual el tiempo de inspiración, diseño, estructuración, ejecución y comunicación suceden a la misma vez. La comunicación es parecida a lo que sucede durante una conversación, en la cual cada persona participa espontáneamente, expresando ideas en el mismo instante en que son concebidas. Improvisar es un acto de pura creación en tiempo real, en el que existe un perpetuo estado de cambio que facilita un salto hacia lo desconocido. En los márgenes de la creación espontánea, el producto resulta ser el propio proceso. [...]
En este sentido la composición es responsable de crear una atmósfera que permite que las cosas sucedan. El proceso consiste en la personalización de una composición, trascender el material. Irónicamente, la improvisación resulta ser más libre cuanto más denso, definido y regulado esté el punto de referencia. Las figuras se generan desde la forma, en esos espacios volátiles que están dentro de los parámetros de la composición. En esencia, la improvisación y la composición son la misma cosa, sólo que una se efectúa más rápidamente que la otra. El músico de jazz compone mientras toca y su meta es lograr una melodía improvisada con carácter de composición. El oyente comparece ante una composición en movimiento."
Hablando Jazz
Brenda Hopkins Miranda
Nº 16 de Noviembre de 2007
http://www.lenguasdefuego.net/Hablando_Jazz
"Improvisación es una palabra sobre explotada hoy en día, que se relaciona con muchos fenómenos desconectados: desde libre creación sobre un tema, hasta variación entre elementos ya fijados, desde actuación mimética hasta las técnicas de composición dramatúrgica. Es una materia de importancia fundamental, en parte porque es un mito que trasciende la historia de la performance moderna, y también porque establece y condiciona una serie de experiencias sin las cuales sería imposible entender correctamente el desarrollo del teatro desde el advenimiento de la mise en scène hasta hoy."
Eugenio Barba, Odin Teatret, Dinamarca. ISTA Sessions, Italia, 1981, tomado de www.odinteatret.dk