Estoy hablando de la puesta en escena de una obra teatral que se inscribe en un registro de la silenciosa humildad. Aquí no hay héroes ni frases grandilocuentes, sí, dos personajes que aceptan desnudarse porque su necesidad de vivir los arroja a realizar esa deslumbradora tarea. Cada uno es el verdugo del otro pero también su salvador: descender al infierno es un terrible acto de purificación. En esa dimensión tropiezan con un ángel que es capaz de rescatarlos por un acto de amor.
El escenario reproduce la sala de estar de la casa de una estrella en descenso. Ya dije demasiado, las acciones van a decir exactamente lo que es necesario decir, van a presentar quedamente esos dos actos, purificación y amor: “la noche está estrellada, y titilan, azules, los astros, a lo lejos…” (Pablo Neruda) Francisco Javier
- PATIO DE ACTORES (2006)