Babel Lebab

Este es un fragmento de un texto que escribió Domingo Colozzo (padre de Diana, una adolescente actriz del TiT, que con sus 13 años era la más joven del grupo), después de haber presenciado la puesta que el TiT hizo en una fiesta en el Club Stentor a mediados del '78, y su escandaloso final. Era una fiesta normal de alumnos de último año de colegio secundario, que habían alquilado el lugar para recaudar fondos para su viaje de egresados (sketchs, comida y bebida, canciones, desfile de moda), hasta que apareció el TiT, invitado para mostrar algo de teatro. Más allá de algunas expresiones, que pueden compartirse o no, a través del texto podemos imaginar algo, tanto de la puesta como de su abrupto final.

"Y fue entonces que aparecieron ellos, caricaturas humanas en movimientos grotescos, en disfraces improvisados, gesticulando, saltando como canguros; ellas como prostitutas exaltadas, como señoras desvencijadas; ellos como payasos, como burgueses trasnochados, como piratas aerobistas. Y con ellos entraron los demonios chillones soterrados, los gritos histéricos tapiados, los exhibicionismos largamente reprimidos, las mermas cuidadosamente ocultadas, las lascivias reservadas a la intimidad privada, lo ridículo arduamente estilizado, las deformaciones camufladas.

Invadieron la fiesta como mounstruos surgidos de los pantanos del inconsciente humano, desbordaron el escenario primorosamente delimitado, apagaron y prendieron luces, se desvandaron gritando buscando excerbados a un tal Bagú que, para nuestra inquietud, podría ser cualquiera de nosotros; nos sumieron en la oscuridad para iluminarnos con velas, surcando ese ámbito aséptico y familiar con sus gritos y contorsiones, se metieron entre nosotros, nos tocaron, nos hablaron en slogans comerciales como a mogólicos, acercaron sus rostros desfachatados para que miremos como en un espejo nuestras deformaciones interiores y exteriores. Parodiaron una reptante procesión de velas tras un supuesto ídolo, ser grotesco como ellos, como nosotros; remedaron estructuras de poder en amos que chasquean sus látigos forzándonos a la actividad, en amos más amos que casi anónimos, cubiertos de anteojos, boinas y chaquetas militares, alzan una mano con un cencerro que paraliza nuestras vidas a la espera de órdenes. Nos hablaron así de la obsecuencia, del servilismo, de nuestra esclavitud real, de nuestras deformaciones psíquicas, de nuestra estolidez.

Las hembras-actrices se balancearon llamándonos, delante de nuestras novias, esposas e hijos, poniendo a prueba la fuerza de nuestra hipocrecía; leyeron textos y pronunciaron discursos sin sentido, burlándose de nuestra ignorancia cubierta bajo barnices culturales o meramente informativos.

Y entonces ocurrió lo que debía ocurrir: el pequeño burgués pusilánime se vistió con la túnica del escándalo, nació en murmullos, en correrse de sillas, en apresuradas consultas, en voces, en 'están todos locos', en denuestos, en 'nos han estropeado la fiesta', en subirse al escenario en la figura de Patricia -la inocente noviecita con alma de cocote- y con gestos histéricos tratar de correr un telón reacio, en el 'degenerados', en el impulso asesino del joven egresado empuñando una botella rota.

Y ese fue, por supuesto, el fin de la fiesta. Quedaron nuevamente separados esos mundos incompatibles: por un lado esa 'troupe' de marginados y automarginados sociales, inconformistas, su comunidad solidaria, hambreada, siempre a la ofensiva; por el otro, esos pobres jóvenes, derrotados antes de iniciar la lucha, supuestamente rebeldes, supuestamente idealistas que, al menor enfrentamiento con la realidad, se alinean pusilánimes con sus padres irredimibles."

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