Para algunos, una pasión, un modo de estar activo y despierto frente al mundo. Para otros, una tarea fastidiosa y parásita. La crítica. Específicamente, la de teatro. Aquí, en Buenos Aires. Vamos a hablar de la vieja y, quizás, irresoluble tensión entre aquellos que construyen las obras (léase los actores, autores, directores, escenógrafos, etc.) y aquellos que las miran para luego analizarlas y escribir sobre ellas, los críticos. Pero también, y fundamentalmente, del lugar de la crítica hoy, de sus posibilidades creativas, de su sentido en este tiempo histórico y en este contexto. Lo haremos, en esta ocasión, a partir del punto de vista de algunos críticos, lo cual implica, necesariamente, un recorte. Tomaremos la voz de tres de ellos: Carlos Pacheco, Alejandro Cruz, y Federico Irazábal, quien incluso escribió un libro en el que aborda con profundidad estos temas, Por una crítica deseante. Los tres trabajan en este momento en el diario "La Nación", pero la convocatoria para esta nota no tuvo que ver con el medio en el cual escriben, aunque en alguna de las respuestas aparece esta situación, sino con su perfil y su trayectoria. Quizás esto dé pie a que otras voces se sumen, si es que el tema resulta de interés. Así que... ¿cómo es ser crítico en ese momento, en este país y en esta ciudad?
Soy crítica, y sé por qué lo soy. De modo que lo primero que se me ocurre preguntar es por el deseo, por la elección. Me sorprendo ante la primera respuesta: "No sé si hay algo que me atraiga -abre Carlos Pacheco. Soy periodista y me fui especializando en teatro y durante 28 años (empecé en el '80) he ejercido la crítica teatral como un trabajo profesional que me posibilita la reflexión sobre procesos creativos. Es cierto que hay algunas épocas que son más intensas que otras, porque la creación lo es". Supongo, entonces, que el placer de la profesión, en el caso de Pacheco, está directamente ligado a los diferentes períodos, más o menos creativos, que atraviese el teatro. ¿Cómo se sentirá hoy?, me pregunto, mientras hago un repaso de las últimas veinte obras que vi. Paciencia. La contestación vendrá más adelante. Pero dejemos hablar a los demás. Alejandro Cruz también buscó, en primera instancia, el periodismo en general y luego se especializó en teatro: "Se fue dando y/o lo fui buscando, quizás, hasta sin darme cuenta. Hay algo del periodismo (y también de la crítica), que es eso de intentar correr un poco lo que está semioculto, que me atrae, me toma, que siento que es útil. Y se abren diálogos interesantes a partir de eso: disputas, peleas, vínculos extraños. Eso también está bueno". Federico Irazábal es crítico por curiosidad: "Soy curioso. Y dentro de las disciplinas que son producto de la actividad humana, el arte es de las más complejas y multidisciplinarias. Me exige estudiar infinitas cosas sin límites precisos. Además, encuentro allí la posibilidad más exquisita de trabajar la problemática de los mecanismos, a través de los cuales las distintas culturas producen sentidos. Trato de entender cuál es el lugar del lector. El lugar desde el cual va a leer un texto concreto es lo que me motiva a trabajar en la crítica". Parece haber en él una enorme voracidad por el conocimiento. ¿Pero hay creatividad en el ejercicio del punto de vista crítico? (En condiciones ideales, al menos, ¿la hay?). "Claro que sí -continúa Irazábal. Mucha creatividad. Porque el crítico, en tanto lector, produce su propia obra a través de estrategias bien distintas a las del artista, pero es creador, al fin. Cada uno arma su propio texto en función de intereses y objetivos". En cambio, para Pacheco la creatividad del crítico dependerá del espectáculo que analice y de la posibilidad o no de romper las reglas formales que los medios eligen para estructurar sus notas: "El crítico no está antes que el espectáculo, está después. Su análisis es posterior a la creación. Si el espectáculo es creativo, la crítica tendrá posibilidades de tener un desarrollo creativo. En general, ésta conserva un esquema formal que se viene manteniendo al cabo de los años: texto o tema, dirección, actuación, rubros técnicos. Los medios deciden no modificarla. No es tan fácil, a veces, realizar una tarea muy creativa con este esquema. Por suerte los espectáculos contemporáneos quiebran bastante con ciertos cánones, por lo cual algo de creatividad se puede desarrollar, pero siempre gracias a los valores del espectáculo", concluye. Para Cruz la creatividad no está escindida de las condiciones dadas, esas reglas bajo cuyo orden se trabaja. Sin embargo, y a pesar de ellas, es posible desarrollarla: "Si hablamos de las condiciones laborales ideales, diría que dejé de conocerlas hace tiempo. Es más, después de tantos años en la redacción de un diario, ya casi ni me las imagino. Desde otra perspectiva, la crítica teatral es una de las tantas puertas que tiene la actividad periodística en sí misma y, como tal, se mueve dentro de condiciones estructurales cada vez más complejas. Entonces, en ese contexto, la creatividad creo que pasa por cómo reflexionar sobre un hecho artístico en poco tiempo, mientras suena el teléfono, contestás mails, un jefe dice tal cosa y el editor fotográfico dice lo contrario, mientras atendés a una lectora enojadísima por algo que publicaste, buscás el programa de mano que te quedó en tu casa, intentás evocar lo que le pasó a tu cuerpo mientras mirabas la obra y buscás datos del texto, de los actores, de algo que te quedó dando vueltas en la cabeza y no sabes qué era, cómo se procesa, cómo se expresa, qué es, pero te jugás. Ahí es cuando la cosa se pone densa, se pone inquietantemente densa. En esos momentos se juega el oficio, pero también, y como dato fundamental, algo de un orden más complejo, permanente, formativo. En ese mínimo hueco hay ejemplos de notas creativas que se apartan del molde, que indagan otros aspectos (como algunas cosas que le leo a Moira Soto en "Las 12"). Pero, claramente, en el periodismo gráfico, el espacio dedicado a la crítica (que a veces no es crítico y termina siendo argumentativo) cada vez es mas pequeño y acotado", asevera. Para Irazábal la posibilidad de ejercer la crítica en Buenos Aires hoy, fuera del "molde" no se produce en el ámbito de lo periodístico: "Por suerte existen espacios, aunque en lo masivo se ha desvirtuado un tanto la actividad. El crítico ha devenido en un juez y no en un compañero de tarea. Es más un celador que un colaborador y esto es, en sí mismo, un problema para mí. Pero por fuera del periodismo, uno encuentra la posibilidad de llevar adelante la tarea de la crítica".Carlos Pacheco considera que "Buenos Aires ha perdido muchos espacios de crítica, sobre todo porque a los medios está dejando de interesarles el teatro. Es llamativo que una ciudad que cada vez tiene más actividad teatral, no dé respuestas desde los medios. Pero ésta es una cuestión empresarial que no resulta fácil modificar". En cuanto a esos otros espacios que funcionan en la periferia de los grandes medios, afirma: "Estoy viendo que éstos, en Internet, se han ampliado, pero en verdad no sé bien si esos comentarios les sirven más a los artistas que al público, porque desconozco exactamente la cantidad de lectores que esos espacios poseen". Alejandro Cruz contesta con un rotundo "Sí". "Por definición hay espacio para ejercerla -sentencia. Y no importa si viene del lado de un blog, de un diario, de un programa de radio o de una revista de poca tirada. Todo suma. Y cuando hablo de crítica no me refiero a la crítica tradicional de las estrellitas, hablo de la posibilidad de reflexionar sobre el teatro bajo el formato de reportajes, notas fenomenológicas, cruces de experiencias, investigaciones sobre los funcionarios teatrales, situación legal y política, tendencias, lo que venga. Todo eso es para mí crítica teatral. Todo. Es más, ese resto es lo que cada vez me interesa más. Potencialmente es más contundente y generador de movimiento".
¿Artistas frustrados?
Existe una famosa y lapidaria sentencia que afirma que "los críticos son artistas frustrados" y otra, que retruca, que dice "los teatristas son narcisistas y lo único que quieren es difusión, que no están dispuestos a reflexionar sobre su trabajo". Cuando les pregunto a los tres qué piensan sobre esto (a mí ya me harta), y si consideran o no que la situación puede moverse hacia algún lugar superador, la respuesta por parte de ellos no es unívoca: "Me parece que esa discusión no se saldará nunca -contesta Pacheco. Y no está mal. Artistas y críticos estamos en veredas opuestas. Una mala crítica no les gustará nunca a los artistas y les dolerá. Y está bien, porque se trata de su creación, de su trabajo. Una buena crítica, en cambio, los confirmará, quizás, y eso los pondrá muy bien". Para Irazábal la polémica "...quedará estancada en términos generales cuando se trate de la circulación más o menos masiva de un nombre o un espectáculo. No creo que pueda ser salvada, porque los juzgados nunca pueden ser amigos de los jueces, dado que los jueces, a su vez, serán observados en su labor pública. Pero si el creador acepta al otro como un uno, y lo incluye en el proceso el diálogo, es posible salirse de ese sitio". Cuando le pregunto a Ale Cruz sobre esta cuestión, la primera parte de su respuesta me hace pensar en el valor de la pregunta (a veces uno pregunta cosas obvias): "Que son (o somos) artistas frustrados o narcisistas o esto o aquello -afirma categórico- ya me parece muy pasado de moda. Fue. Seguir con eso me parece que es algo del pasado o algo que está tan estancado que no hay forma de moverlo". Pero en su reflexión posterior advierto que no estuvo tan mal indagar por ese lado, ya que su respuesta redobla la apuesta (a veces las preguntas obvias generan, de todas maneras, buenas reflexiones): "Lo que sí me parece interesante pensar, es si estamos dispuestos o no a reflexionar sobre nuestro propio trabajo. O sea: imaginar que alguien nos pone a nosotros estrellitas, palitos, clarines o lo que venga, es un buen ejercicio. En general, me parece que no estamos muy dispuestos a que alguien nos critique. Y quizás eso no se deba a alguna frustración latente o a un ego a prueba de balas, sino a que estamos acostumbrados a jugar el otro papel. De todas modos, con la cantidad de mails, comentarios, chimentos o lo que venga a través de los cuales te enterás que fulanito dice tal cosa de vos, no tenés forma (o al menos yo no tengo) de no andar evaluándote, de pensar nuevamente qué mierda estás diciendo. Cada vez que alguien me manda un mail pidiendo una aclaración, yo lo agradezco. En ese aspecto, me parecen interesantes los foros en Internet. Es buen material para pensarse un poco ante la mirada de los otros".
"Está bien", digo (y me digo). Está muy bien, pero hay algo que me queda sin responder. Esas voces, esos mails, en fin, todo ese maremágnum que desemboca en una reflexión sobre el trabajo, y todo lo que uno pueda hacer para pensar fuera de los límites de lo impuesto, de lo dado, ¿alcanza para aplicar el ejercicio crítico en los artículos que uno escribe?, ¿o hay un intento de hacer entrar todo lo que se ve en los parámetros conocidos? Carlos me responde a esto y, a la vez, al primer interrogante de la nota, cuando me preguntaba acerca del placer de la profesión, si es que éste depende, como él sostenía, de los momentos más o menos intensos, más o menos creativos, que esté atravesando el teatro: "Cada espectáculo propone algo distinto -considera. A veces sucede que se dan experiencias de cualidades muy parecidas, entonces uno tiene la sensación de estar escribiendo siempre la misma crítica, pero en verdad lo que sucede es que se repiten estéticas, fórmulas o esquemas de puesta. Uno no hace entrar todo dentro de los parámetros conocidos. Las propuestas repiten esquemas que a algunos les significaron éxitos. Creo que estamos en un momento de cierta crisis creativa y ahí la crítica no puede hacer mucho, porque, insisto, viene después. Analiza lo que se pone en escena".
La pelota ahora está en la otra cancha, en la de los que generan espectáculos. Le pregunto a Federico: "Lo intento -me contesta. Pero es lo más difícil de lograr. El crítico es humano y los humanos nos movemos con estructuras preconcebidas. Las ideologías siempre están ahí, acechando, orientando las lecturas". ¿Pero dónde está la cuestión? Yo creo que un poco en uno y en su intento de mirar fuera de los límites conocidos, otro poco en las producciones, que, como dice Pacheco, a veces repiten esquemas, miradas de otros y no propias y, por ende, no permiten decir nada nuevo, más que dar cuenta de esa repetición que uno ve (Sí: uno ve. Puede no ser así como uno lo ve, pero uno no tiene más remedio que mirar desde su perspectiva) y, por último, la cuestión está, también, en el medio para el cual uno trabaje, ya que éste obviamente condiciona, como se dijo, la posibilidad de ejercer el sentido crítico. Le pregunto a Ale y me dice: "Dependerá del soporte periodístico. Los grandes medios gráficos se valen de los parámetros conocidos, ajustándolos cada vez más hacia el protagonismo de la imagen. Ahí la lucha es dura. Es más: en esa lucha ya perdimos varias batallas, como la de tener que clasificar las críticas. Ésa fue una gran derrota, no hay dudas. La clasificación invita a no leer, invita a perder tiempo en pensar por qué a uno se le pone un ‘bueno', y a otro se lo califica con un ‘regular', cuando en realidad las críticas dicen casi las mismas cosas. Si nos quedamos en ésa, perdemos todos. Más allá de esta cuestión no menor, me parece que en cada uno de nosotros es vital la intención de aplicar cierto ejercicio crítico. Después podrá venir tal diciendo esto o aquello. No importa: uno tuvo la intención de decir algo. Por eso odiamos escribir breves y todo ese rollo de lo diario. Y lo odiamos porque no estamos comunicando nada propio".
¿Para qué?
Por último, intento cerrar esta nota con una pregunta sobre el sentido de esta actividad en este contexto histórico. ¿Para quién la crítica especializada? ¿A quién le interesa? ¿Con quién dialoga? ¿Produce pensamiento nuevo o da vueltas sobre lo mismo?
Cruz: -Producir pensamiento nuevo... es mucho para mí. Es más: tampoco sé si el teatro lo hace. Puede, a lo sumo, abrir puntas hacia otros interlocutores que no sean el director o los actores de la obra criticada. Ése es un barrio muy pequeño (pero pequeño en términos numéricos, que no se entienda mal). En general, me gusta pensar que le estoy escribiendo a alguien que me imagino que es el lector del diario en el cual trabajo (o, seguramente, el lector que me gustaría que estuviera del otro lado). Sé que hay cosas que van dirigidas al "barrio", claro; pero no me detengo en pensar tanto en él (aunque esa ficha esté). Y si me dirijo a otros, aunque no pueda ponerles nombres ni apellidos, siento que hay más posibilidad de abrir diálogos, que dejo de dar vueltas sobre un formato ya demasiado establecido.
Pacheco: -Como periodista yo escribo para el lector del diario en el que trabajo ("La Nación"). Ese lector es muy teatrero y sigue las críticas y asiste a los espectáculos que tienen buenas críticas. A él le interesa la opinión especializada. En ese sentido el diálogo es muy fluido. En cuanto a si produce pensamiento nuevo, eso depende de las cualidades de los espectáculos. Creo que últimamente no se están dando demasiadas novedades en el panorama teatral, con lo cual, seguramente, para quien lee críticas las novedades no son muchas.
Irazábal: -Claro que tiene sentido. Y no importa a quién le interesa. No se puede medir esa actividad desde un criterio cercano al raiting. Por mi parte, que cambie de canal quien tenga ganas de hacerlo. Uno expone un trabajo y un cuerpo en él. Y desde allí alguna vez, en algún momento, tendrá sentido. Si el hoy no puede, el futuro podrá utilizarlo como excusa para comprender una cultura. La crítica da cuenta de los sistemas de lectura existentes en una cultura y en un tiempo determinados. Y la crítica de la crítica permite comprender esos paradigmas.